Desde Paz extraterritorial alzamos la voz para denunciar ante el mundo el transito desesperado y macabro que viven algunas personas luchadoras por la paz de Colombia, que más allá de encontrar un país en condiciones diáfanas y tranquilas, su compromiso con la paz ha generado que se les revictimice. Este es el caso de Diego Armando Vargas Bertel quien aunque desde muy joven ha sido consecuente en su compromiso irrestricto con la paz y la justicia social (como lo acreditan múltiples organizaciones con las que ha trabajado), hoy fruto de la intolerancia política, el sectarismo, la estigmatización y el racismo sistemático de un país enloquecido por la rabia y la pesadilla del narcotráfico, se ha visto obligado a salir de él procurando proteger su vida, pero además con la clara determinación de seguir luchando desde el exterior por el sueño de ver su país en paz.
A su salida de Colombia su maleta no era más que el reflejo de la idiosincrasia de su caribe natal del que nunca había salido, al que ama con toda la firmeza que el corazón y las convicciones disponen, pero que hoy en la Colombia de la “Paz total” aún no tiene cabida para él, quien paradójicamente desde los colectivos artísticos, la gastronomía y su condición de indígena y víctima sin descanso aportó a las trasformaciones sociales y a la paz con justicia social. En su maleta no venían más de dos camisas, dos pantalones cortos y la bandera de su país, porque le dijeron que quizá en esas tierras el frío era inclemente, y qué mejor que los tres colores del pabellón nacional para arroparse bajo el manto de las nostalgias; el resto, fueron 23 cartas de amor enviadas para otros compañeros en el exilio que lo abrazaron como paloma mensajera; cartas hechas por hijos, hijas, madres y enamorados que la guerra sepultó en la sombra libre de la muerte; 53 discos de “Long play” con lo mejor de los sones del Caribe, un libro firmado por uno de los extintos negociadores de paz (muerto por la perfidia estatal) y 12 pinturas al óleo enrolladas como enormes calillas, que atesora desde los tiempos de La Habana, como prueba tangible que la paz puede atravesar fronteras y el rigor del olvido. “Traje lo importante”, nos contestó cuando de forma ignorante le inquirimos sobre ¿por qué había traído tan poca ropa y tantos cachivaches? Solo después de la respuesta comprendimos que su maleta era una enorme farmacia con veinte mil trecientas cuarenta y dos recetas que podían aliviar el desarraigo y la melancolía del exilio propio y del de otros.
Se rehusó a ser mártir de su lucha porque es amante de la vida y, aunque valora al máximo los sacrificios, sabe que “uno muerto no sirve para absolutamente nada”, contesta convencido con sus propias palabras; y aunque lo han revictimizado, su espíritu de bondad y trabajo por el prójimo y su patria no desfallece. Hoy en la adversidad, lejos de su tierra natal, bajo la luz de otros cielos, pareciera que el ímpetu de las convicciones le revive y templa las razones que le condujeron a esta gesta, pues vive convencido según dicta la cosmogonía de sus antepasados Zenues, que la universalidad del hombre le permiten desarrollar las luchas desde cualquier lugar del mundo; pues al final todos los esfuerzos y sacrificios siempre se encauzan en favor del logro universal: La humanidad.
Berna, 01 Noviembre 2022
Nota: Agradecemos al colectivo voces de paz por el material audiovisual y por su compromiso con la paz.
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